jueves, 3 de septiembre de 2009

OCTAVO AÑO "C" VIENDO LA PELICULA "SUB-TERRA" DE BALDOMERO LILLO


Clásico de la narrativa chilena
Cuando se menciona a Baldomero Lillo surge de inmediato el recuerdo de algunos de sus cuentos de ambiente minero, como “El chiflón del diablo”, “La compuerta número doce”, “El grisú” o “La paga”, que se vienen leyendo de generación en generación desde su edición en 1904, con el título de Subterra. La publicación de este libro causó revuelo en el apocado ambiente literario chileno de comienzos del siglo XX. Un medio que hasta entonces seguía las aguas de los clásicos españoles y recibía la influencia de la literatura francesa sin alcanzar una estatura propia y, desde luego, alejado de la realidad social de un país que se aprontaba a celebrar el primer centenario de su independencia. La primera edición se agotó en pocas semanas. El nombre de Lillo pasó a ser un nombre valorado en los ateneos literarios, y prácticamente todos los escritores relevantes de la época alzaron sus voces para elogiar a un autor que comenzaba a ser una referencia ineludible para lo que se escribiría de ahí en adelante. El éxito se debió a que Baldomero Lillo presentaba un mundo hasta entonces omitido, y dentro de éste, a personajes que tenían la inconfundible marca de lo auténtico: el mundo de los minerales carboníferos de Lota, ciudad que cobijaba a una infinidad de mineros que laboraban en condiciones de extrema miseria. Los cuentos de Baldomero Lillo aportaron un lenguaje simple, acertados retratos humanos y un acentuado sentimiento solidario. Como señalara Ernesto Montenegro -escritor chileno contemporáneo de Lillo-: “Por primera vez, la alpargata y la blusa hicieron la caminata hasta las librerías del centro para volver al suburbio cargando debajo del brazo una obra de un autor nacional. Es el primer autor chileno con un público lector que abarca del taller y la planta industrial a los cenáculos literarios”.Baldomero Lillo nació en Lota el 6 de enero de 1867. Fue un niño enfermizo al que sus largas convalecencias hicieron un lector voraz de Verne, Dickens, Tolstoi, Balzac. A la muerte de su padre, trabajó como empleado en una pulpería. Ese trabajo y las experiencias de la niñez lo hacen relacionarse estrechamente con la vida y sufrimientos de los mineros que a diario ve pasar por las calles de Lota. La realidad con la que convive durante casi veinte años impacta su ánimo y conciencia. De ella emergen sus personajes estremecedores

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