jueves, 14 de mayo de 2009

FABULAS DE SIEMPRE

Un día, iba un ratón caminando muy distraido cuando, sin darse cuenta, se encaramó por el lomo de un león que estaba echado, durmiendo la siesta.
El león sintió cosquillas en el lomo y se rascó.
-¿Qué es esto?- dijo sorprendido cuando tocó al ratón. Lo atrapo en su inmensa garra y se lo acercó a la cara - vaya...-vaya ... gruño y abrió sus enormes fauces para comérselo.
El ratón temblaba. Pero antes de que el león terminara de echárselo a la boca, el ratón sacó la voz y dijo:
-Señor león, señor león, perdóname la vida que algún día yo podré salvar la tuya.
El león encontró muy graciosas las palabras del ratón y se rió con ganas.
-¡Qué ocurrencia: pretender que algún día podrías salvarme la vida a mí, el rey de los animales! dijo el león.- Me has divertido, ratoncillo. Te dejaré ir. Y riéndose todavía, soltó al ratón que se escapó corriendo.
Pasaron los meses y el ratón se mantuvo apartado de los territorios del león. Pero un día, a lo lejos, sintió aullidos. Fue siguiendo el sonido lastimero y encontró al león atrapado en una red que los hombres habían echado para cazarlo.
-Señor león -dijo el ratón-, hace ya un tiempo prometí salvarle la vida. Hoy lo haré.
Y se puso a roer las cuerdas que ataban al león hasta que logro soltarlo.
-Vaya nunca pensé que alguien tan insignificante como tú pudiera alguna vez ayudarme como lo has hecho y, menos aún, salvarme la vida.

Enseñanza: Los pequeños amigos pueden ser grandes amigos

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